Uropatía Obstructiva
INTRODUCCION
Dentro de este término se engloban las lesiones del árbol urinario que entorpecen el libre flujo de la orina desde los cálices renales hasta la salida por uretra. Estas lesiones van a provocar cambios anatómicos y fisiopatológicos que conducen a la perdida de la función renal unilateral o bilateral.
La orina formada cae por los tubos colectores que se conectan en la papila renal. En este punto comienza un sistema de transporte formado por un tubo muscular cubierto de urotelio que va a transportar la orina desde el riñón a la vejiga.
El movimiento coordinado de contracción va a hacer progresar la orina en forma descendente.
En la vejiga la orina va a ser almacenada a baja presión hasta la micción y durante la misma no refluye orina desde la vejiga hasta el riñón por la presencia de una válvula a nivel de la unión ureterovesical.
Diferentes lesiones pueden actuar sobre el árbol urinario impidiendo el libre flujo de orina ya sea desde afuera de la vía urinaria (extrínsecas) o desde adentro de la vía urinaria (intrínsecas) Las lesiones que producen obstrucción de la vía urinaria repercuten en la función renal en distinta forma según sean:
Altas (por arriba de la desembocadura del meato ureteral en la vejiga) la obstrucción alta puede ser unilateral (afecta un riñón) o bilateral (afecta a ambos riñones)
Bajas ( por debajo de la vejiga) siempre son bilaterales.
También si la obstrucción es completa ( no deja pasar orina) o parcial ( deja pasar algo de orina) Y por el tiempo de evolución si es aguda o crónica.
La orina formada cae por los tubos colectores que se conectan en la papila renal. En este punto comienza un sistema de transporte formado por un tubo muscular cubierto de urotelio que va a transportar la orina desde el riñón a la vejiga.
El movimiento coordinado de contracción va a hacer progresar la orina en forma descendente.
En la vejiga la orina va a ser almacenada a baja presión hasta la micción y durante la misma no refluye orina desde la vejiga hasta el riñón por la presencia de una válvula a nivel de la unión ureterovesical.
Diferentes lesiones pueden actuar sobre el árbol urinario impidiendo el libre flujo de orina ya sea desde afuera de la vía urinaria (extrínsecas) o desde adentro de la vía urinaria (intrínsecas) Las lesiones que producen obstrucción de la vía urinaria repercuten en la función renal en distinta forma según sean:
Altas (por arriba de la desembocadura del meato ureteral en la vejiga) la obstrucción alta puede ser unilateral (afecta un riñón) o bilateral (afecta a ambos riñones)
Bajas ( por debajo de la vejiga) siempre son bilaterales.
También si la obstrucción es completa ( no deja pasar orina) o parcial ( deja pasar algo de orina) Y por el tiempo de evolución si es aguda o crónica.
Durante
el embarazo es un hallazgo frecuente que afecta al 90% de las gestantes; se
desarrolla a partir de la sexta semana de gestación y desaparece entre la
cuarta y sexta semanas postparto. Aunque generalmente es asintomática, puede
manifestarse clínicamente en el 02 - 3% de las pacientes.
La
acción de la progesterona sobre el músculo liso produciendo miorrelajación y
disminución de la peristalsis, se considera la causante de esta ectasia
fisiológica a partir de la 6ª-10ª semanas de embarazo. Sin embargo, en fases
mas evolucionadas del embarazo, la dilatación se limita al segmento ureteral
por encima de la pelvis, lo que hace mas probable la intervención de otros
factores en su desarrollo, tales como la compresión ureteral por el útero
gravídico, la dilatación de las venas ováricas y ciertas situaciones especiales
como el polihidramnios y el embarazo gemelar. La dextrorrotación del útero, el
cruce con las venas ováricas dilatadas o la compresión de la cabeza fetal se
relacionan con una mayor incidencia de hidronefrosis en el lado derecho,
proporcionando el sigma cierto grado de protección en el lado izquierdo.
Asimismo, algunos autores propugnan la etiología mecánica compresiva como la
principal causa de hidronefrosis fisiológica basándose en la ausencia de casos
descritos en gestantes con riñones pélvicos o en portadoras de conducto ileal.
Igualmente, el hecho de que la dilatación ureteral ocurre más a menudo y
progresa más rápidamente después de la 21ª semanas de gestación sostiene la
teoría de la compresión por el útero grávido.
La
diuresis intensa, infecciones, litiasis y otros factores no conocidos pueden
descompensar la hidronefrosis convirtiéndola en sintomática y por lo tanto
susceptible de tratamiento.
FISIOLOGIA
En
lo que se refiere a la etiología litiásica, durante la gestación se produce una
hipercalciuria absortiva fisiológica causada por la producción placentaria de
1,25 dihidrocolecalciferol y supresión de hormona paratiroidea; todo lo cual aumenta
la excreción de calcio; pudiendo favorecer la formación de cálculo. Por otra
parte se incrementan la diuresis, así como la filtración de citrato, magnesio y
glucosaminglicanos que inhiben la litogénesis. Así, aunque existe
sobresaturación de oxalato cálcico, no se suele encontrar cristaluria. Este
equilibrio entre factores predisponentes e inhibidores de la litogénesis parece
ser la causa de que la incidencia de las litiasis no se vea afectada por la
gestación (7, 8). De hecho, un elevado porcentaje de las gestantes con cólico
renal tienen historia previa de litiasis, afectando con mayor frecuencia a
mujeres multíparas que primíparas en una proporción 3:1 (9, 10). No obstante,
el cólico nefrítico se considera la causa mas frecuente de hospitalización durante
el embarazo por dolor abdominal siendo el parto prematuro la complicación
obstétrica mas común que puede provocar.
Durante
la gestación, las estructuras retroperitoneales se suelen mantener fijas, pero
los órganos intraabdominales se movilizan por la compresión del útero grávido
pudiendo provocar cuadros con clínica similar al cólico nefrítico como es el
caso de la patología apendicular y vesicular. Así, en la experiencia de
Sthoters y cols, el 28% de las pacientes con litiasis urinaria se
diagnosticaron erróneamente de apendicitis, diverticulitis o desprendimiento de
placenta. Asimismo, las mujeres embarazadas experimentan frecuentemente
nauseas, vómitos, dolor dorsal, polaquiuria y disuria, constituyendo un desafío
importante para cualquier urólogo la interpretación de estos síntomas en
asociación con hidronefrosis.
DIAGNOSTICO
Las
técnicas habituales de diagnóstico por la imagen presentan limitaciones durante
el embarazo debido al potencial efecto perjudicial de las radiaciones sobre el
feto, siendo conocida su capacidad de inducir carcinogénesis, teratogénesis y
mutaciones. En este contexto, aunque algunas publicaciones propugnan la
utilización del urograma excretor de una sola radiografía, la mayor parte de
los autores revisados desaconsejan su utilización, ya que una única dosis de
radiación parece ser mas perjudicial que varias exposiciones menores,
habiéndose descrito también la posibilidad de ciertos cambios funcionales o
bioquímicos ante la exposición a bajos niveles de irradiación. Así mismo, la
dificultad para la interpretación de las proyecciones por la hidronefrosis
fisiológica, el retraso en la eliminación de contraste, así como la
superposición de eventuales litiasis sobre el esqueleto fetal y útero,
disminuyen su rendimiento y la hacen desaconsejable; más aún si consideramos el
riesgo potencial que supone la exposición a radiaciones y las posibles
reacciones alérgicas al medio de contraste. De igual modo, la pielografía
retrograda (a la que se suma el potencial riesgo de sepsis) y la TAC por su
alto nivel de irradiación deben ser evitadas en la medida de lo posible.
En
la actualidad, el diagnóstico de dilatación de la vía urinaria se realiza con
facilidad mediante el uso de la ecografía sin exponer el feto a riesgos
innecesarios; sin embargo resulta difícil diferenciar la hidronefrosis
fisiológica de la obstructiva, con una sensibililidad del 34% y especificidad
del 86% para la detección de litiasis en las pacientes sintomáticas. Se ha
intentado optimizar el rendimiento de la ecografía por diferentes autores. Así,
algunos aconsejan la realización de un renograma en pacientes sintomáticas con
un diámetro de la pelvis superior a 17mm; sin embargo, otros han descrito
ectasias mayores en pacientes asintomáticas. La carencia de eyaculación
ureteral ecográficamente también se ha utilizado para el diagnóstico de
obstrucción, obteniéndose una alta sensibilidad y especificidad, aunque otros
estudios aportan varios casos de pacientes asintomáticas con ausencia de
eyaculación ureteral. Otra aplicación del ultrasonido es la vía transvaginal,
que se ha mostrado útil para el diagnóstico de litiasis en la porción más
distal del uréter. También se ha empleado la ecografía doppler-color, cuya
utilidad real es controvertida.
Otra
técnica a considerar es la urografía por RM, procedimiento del que no se han
descrito efectos perjudiciales para el feto, con una sensibilidad del 100% para
diferenciar la dilatación fisiológica de la obstructiva y con buena correlación
con el renograma excretor. No obstante, se trata de una técnica cara y no
disponible en la mayoría de los centros, aunque recientes publicaciones la
consideran el método diagnóstico de elección en aquellos casos en los que la ecografía
no proporciona suficientes datos de valoración.
TRATAMIENTO
El
tratamiento debe estar dirigido al control de los síntomas, para lo que es
conveniente una hidratación adecuada, reposo, analgésicos y antibióticos cuando
coexiste infección. En nuestra experiencia, también consideramos de gran valor
terapéutico las medidas posturales, recomendando el decúbito lateral sobre el
lado opuesto al del riñón dilatado en un intento de disminuir la compresión
ureteral por el útero grávido.
En
lo que se refiere al empleo de antiinflamatorios no esteroideos (AINE) durante
el ambarazo, el ácido acetil-salicílico no se debe utilizar ya que disminuye la
contractilidad uterina, provoca cierre precoz del conducto arterioso y aumenta
el riesgo de sangrado antes y después del parto tanto para el feto como para la
madre.
Otros AINE cuyo empleo se desaconseja por el riesgo de cierre del conducto arterioso y oligohidramnios son el naproxeno e ibuprofeno, aunque se pueden emplear con seguridad durante menos de 48 horas. Respecto al metamizol, aunque no se han realizado estudios adecuados y bien controlados en humanos, no se han demostrado efectos adversos con su utilización en mujeres embarazadas; no obstante debe evitarse su administración durante el primer trimestre de gestación por falta de estudios sobre teratogenia así como durante las seis últimas semanas del embarazo por la inhibición de la síntesis de prostaglandinas que produce, aceptándose su uso tan solo bajo estricta vigilancia clínica; por tanto, la administración del metamizol durante otros periodos del embarazo solo se acepta en caso de ausencia de alternativas terapéuticas mas seguras. Los AINE recomendados son el paracetamol y propoxifeno ya que no se han descrito efectos tóxicos generalmente es suficiente para controlar los cuadros de dolor agudo. Cuando esta pauta de analgesia moderada no es suficiente para el control de la sintomatología, la administración de opiáceos a bajas dosis, como el sulfato de morfina y la meperidina, puede ser de gran valor terapéutico, aunque hay que tener en consideración las graves consecuencias que su utilización prolongada puede producir al feto (adicción a narcóticos, retraso del crecimiento intrauterino y parto prematuro). Asimismo, la administración de codeína se debe limitar al 2º y 3er trimestre con bajo riesgo para el feto siempre que se emplee a bajas dosis. En cuanto a los antibióticos recomendados, las penicilinas y cefalosporinas se consideran de elección por su amplio espectro e inocuidad para el feto. Una alternativa segura son la fosfomicina y los macrólidos, con la excepción del estolato de eritromicina que produce colestasis y hepatotoxicidad en el feto.
Otros AINE cuyo empleo se desaconseja por el riesgo de cierre del conducto arterioso y oligohidramnios son el naproxeno e ibuprofeno, aunque se pueden emplear con seguridad durante menos de 48 horas. Respecto al metamizol, aunque no se han realizado estudios adecuados y bien controlados en humanos, no se han demostrado efectos adversos con su utilización en mujeres embarazadas; no obstante debe evitarse su administración durante el primer trimestre de gestación por falta de estudios sobre teratogenia así como durante las seis últimas semanas del embarazo por la inhibición de la síntesis de prostaglandinas que produce, aceptándose su uso tan solo bajo estricta vigilancia clínica; por tanto, la administración del metamizol durante otros periodos del embarazo solo se acepta en caso de ausencia de alternativas terapéuticas mas seguras. Los AINE recomendados son el paracetamol y propoxifeno ya que no se han descrito efectos tóxicos generalmente es suficiente para controlar los cuadros de dolor agudo. Cuando esta pauta de analgesia moderada no es suficiente para el control de la sintomatología, la administración de opiáceos a bajas dosis, como el sulfato de morfina y la meperidina, puede ser de gran valor terapéutico, aunque hay que tener en consideración las graves consecuencias que su utilización prolongada puede producir al feto (adicción a narcóticos, retraso del crecimiento intrauterino y parto prematuro). Asimismo, la administración de codeína se debe limitar al 2º y 3er trimestre con bajo riesgo para el feto siempre que se emplee a bajas dosis. En cuanto a los antibióticos recomendados, las penicilinas y cefalosporinas se consideran de elección por su amplio espectro e inocuidad para el feto. Una alternativa segura son la fosfomicina y los macrólidos, con la excepción del estolato de eritromicina que produce colestasis y hepatotoxicidad en el feto.
El
tratamiento conservador es eficaz en la gran mayoría de casos, permitiendo
posponer el diagnóstico etiológico hasta una vez finalizada la gestación. En un
porcentaje que varía entre el 7% y el 35% según diversas publicaciones
revisadas no existe una mejoría sintomática a pesar de las medidas
conservadoras, precisando en ocasiones la realización de procedimientos
invasivos, tales como la cateterización ureteral, nefrostomía percutánea o
ureteroscopia con litotricia o sin ella. Estas técnicas mas agresivas las
consideramos indicadas en casos de cólico refractario, sepsis, obstrucción de
riñón solitario y cuando motivos psicológicos o sociales las justifiquen.
En
nuestra experiencia, la proporción de pacientes que precisaron instrumentación
fue del 24%. No obstante, el porcentaje real debió ser menor ya que obviamente
hubo pacientes tratadas directamente por el ginecólogo, de las que no poseemos
registro.
Tramiento con Instrumentación
En
caso de tener que recurrir a la instrumentación, nosotros consideramos de
elección como primera medida terapéutica la derivación urinaria interna con
catéteres doble J, ya que se trata de un método de fácil ejecución sin
necesidad de anestesia, con escasa morbilidad, permitiendo un drenaje duradero
de la vía urinaria. No obstante, aunque nosotros no hayamos constatado ninguna
complicación con su utilización, la técnica no esta exenta de ellas, siendo la
mas frecuentemente documentada la incrustación, para cuya prevención se han
propuesto la hidratación, restricción de calcio y profilaxis con
antimicrobianos así como el cambio frecuente de catéter y limitar su colocación
a partir de las 22 semanas de embarazo. Otras complicaciones potenciales aunque
mucho mas infrecuentes son la infección, migración y perforación.
La
nefrostomía percutánea, dirigida por ecografía, también ha demostrado ser un
procedimiento de sencilla realización bajo anestesia local, proporcionando el
drenaje espontáneo y la rápida recuperación de la función renal, permitiendo
además el acceso para eventuales manipulaciones futuras y la instilación de
sustancias para la disolución de ciertas litiasis. La tasa de buenos resultados
reportados con la nefrostomía es muy elevada (superior al 90%) y presenta mejor
coste-efectividad que el cateterismo. Sin embargo, sus posibles complicaciones
(incrustación y obstrucción, infección, sangrado, descolocación del tubo de
nefrostomía y dificultad técnica durante el tercer trimestre), la hacen
desaconsejable especialmente cuando el término de la gestación no es cercano.
La
ureteroscopia, tanto flexible como rígida, permite otra nueva posibilidad en el
diagnóstico y tratamiento de la litiasis ureteral durante la gestación, estando
además favorecida su realización como consecuencia de la dilatación fisiológica
del uréter durante el embarazo, soliendo permitir que el ureteroscopio rígido
pueda ser utilizado en la totalidad del tracto urinario, incluso durante
estadios avanzados de gestación. Asimismo, el hecho de que el procedimiento
pueda realizarse con anestesia local y sedación lo convierten en una atractiva
alternativa que permite fragmentar, extraer o desplazar cálculos así como
colocar catéteres uréteres cuando fallan otras medidas menos agresivas.